viernes, 20 de mayo de 2011

Nuestros días.....


Pueden empezar en armonía con nosotros mismos y con el mundo, o en desarmonía.

El comienzo es importante: podemos recordar quiénes somos, y también decirnos: “que hoy contribuya mi parte desde la calma y el equilibrio”.

Un pequeño ritual ayuda a traer consciencia desde el primer momento. Dar gracias, por ejemplo, es una gran medicina.

Muchas tradiciones recomiendan una lectura espiritual con el primer café del día; marcará la pauta de la jornada.

El silencio de la mañana es propicio para recordar lo sagrado, lo divino, lo importante.

Empezar el día con esta consciencia es un gran regalo, al alcance de todos.

Pero es un regalo que pocos humanos abren, pues entramos en el día con ruido, con tensión.

Al levantarnos podemos dar gracias, ponernos al servicio de fuerzas superiores, con la mayor humildad pero también con el mayor convencimiento.

El principio es muy importante y depende de nosotros.

Poned atención en la manera en que empezáis vuestra jornada. ¡Cuánta gente se levanta gruñendo o quejándose! No deben pues sorprenderse si todo el día continúa desarrollándose con la misma tónica. Y por la noche, cuando se acuestan, no pueden dormirse: dan vueltas y más vueltas en la cama, encienden y apagan la luz y terminan ingiriendo calmantes. ¿Por qué, antes de ponerse en la cama, tampoco se preparan para el sueño? El final, así como el comienzo del día es un momento sagrado, porque es el principio de otra actividad: el sueño.

El discípulo sabe cómo debe comenzar el día si quiere que sea fructífero, lleno de la gracia de Dios, y si quiere poder repartir esta gracia entre las criaturas a su alrededor. E igualmente sabe acostarse, pidiendo ir a aprender y trabajar para los demás en el mundo invisible. En cualquier acción, en cualquier empresa, el principio es el momento más importante.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos.

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